He visto al encinar vestirse de oro viejo y esperanza con la luz veteada del último atardecer de mayo. Desafiando, arrogante de edad, desengaños y sabiduría, a la noche que inevitablemente habrá de engullirlo.
Sabe bien que la oscuridad engendrará, con las miserias viejas y las ilusiones renovadas, otro sol y una nueva mañana.
Que las estrellas tejen con sus aristas, alfombras soberbias de geometrías movedizas, donde se mece el perezoso lucero y se acunan los sueños.
Y al alba, la brisa fecunda de primavera esparcirá sobre los troncos viejos y las hojas cenicientas toda la gloria de la primera rosa blanca de junio, abierta de par en par a la vida.
A mi Rosa blanca de Junio.
martes, 4 de junio de 2013
El color de las encinas
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